Una de las técnicas más típicas
consiste en, teniendo la imagen (papel o pantalla) a unos 40-50 cm de
distancia, hacer converger los ojos a unos 40 cm detrás de ella. No se trata de
desenfocar la vista de manera de ver todo borroso (la imagen se debe ver
nítida), sino de convencer a los ojos a apuntar a un sitio desacostumbrado.
También es necesario tener paciencia. Sentarse frente a la imagen, dejar los
ojos vagar sobre ella.
Otra manera es poner el papel
junto a los ojos, pegado a la cara. Empezar a alejarlo lentamente hasta unos 40
o 50 cm. Mantener la vista sin esforzarla para concentrarse en el papel.
Por estos motivos es muy
importante tener en cuenta la distribución de luces y sombras, pues la
iluminación es un factor intuitivo del volumen importante, ya que la sombra y
el contraste nos aportan gran sensación de relieve y volumen; la superposición
de imágenes, ya que cuando encontramos que una imagen queda superpuesta sobre
otra, nuestro cerebro interpreta automáticamente que el que se ve completo está
más cerca que el que se entrevé por detrás, y por tanto, se encuentra a mayor
distancia el que está parcialmente oculto y por último se debe tener en cuenta
la perspectiva, ya que produce una clara sensación de profundidad.
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